El sufrimiento, la angustia, la ansiedad, el dolor y el estrés parecen condiciones meramente humanas y lamentablemente parecen ser parte de nuestra normalidad y la manera más frecuente de vincularnos con la vida; y no por ser la más frecuente quiere decir que es la única, la mejor o la que así “debe” de ser.
Pensar e imaginar el futuro es algo que necesitamos pero que a la par nos provoca más sensaciones displacenteras que placenteras. Nos agobia no poder tener el control absoluto de nuestro destino, aunque algunos nos digan que sí se puede, y eso incrementa aún más el dolor de no poder tolerar la incertidumbre y además creer que hay alguien más que sí lo logra… los llamados “gurús” que sí tiene el control completo de su futuro.
La verdad es que no es así, no se puede, pero a los humanos nos duele mucho el “no” y sus implicaciones de renuncia, porque en nuestra percepción de omnipotencia, duele mucho saber que no podemos hacer y saberlo todo, y una de esas cosas es justamente nuestro destino. Nos podemos imaginar las consecuencias de las decisiones que se toman con base a la intención que depositamos en ellas, pero aún así no podemos tener claridad de cada detalle de las mismas.
Sufrir por algo que no ha pasado es el meollo principal de la neurosis, es el no poder aterrizar en el presente exacto, es negar la renuncia que se tiene que hacer ante la posibilidad de ser videntes, es romper la fantasía y entonces así, tomar acción en cualquier lugar en el que estamos y con lo que tenemos en el momento.
Claro que imaginar y añorar nuestro futuro es energía pura que nos moviliza, pero es justo eso, nos tiene que movilizar y no paralizarnos ante la angustia y el sufrimiento que provoca el desconocerlo. Si nuestro enfoque estuviera más en el actuar del presente, en fomentar la paciencia y en gestionar la ansiedad, el sufrimiento podría disiparse poco a poco y seríamos más compasivos con nosotros mismos sobre las imposibilidades que se tienen.
La intención de reflexionar sobre esta renuncia es depositar nuestra energía en el presente para poder gestionar un futuro desde un lugar de aceptación, compasión y disfrute por lo que ahora mismo ya tienes, y que te aseguro, lo trabajaste en el pasado, entonces podemos decir que ahora mismo ya estás viviendo ese futuro.
Deseo que estas palabras puedan regalarte un poco de tranquilidad y sentido ante esa angustia que nos han enseñado que se “debe” de tener, y que puedas crear otras formas de vincularte con la vida.
Con cariño,
Grecia.
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