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Nunca me eligen

La lucha por el reconocimiento y ser la o el elegido se convierte en algo implacable e imposible de satisfacer a lo largo del tiempo y por lo tanto, también a lo largo de las relaciones de pareja, amistades, sociales, familiares y laborales. No es casualidad encontrarnos una y otra vez en situaciones en donde el único objetivo es convencer al otro de que me ame, me reconozca, me elija como la única persona importante en su vida (si no en la realidad, si en la fantasía), de ahí un poco la aparición de todas esas ilusiones de negar la existencia de una vida amorosa pasada antes de nosotros en la vida de nuestra pareja, por ejemplo.



Hacer de la “elección” la misión de cada una de nuestras relaciones se convierte en un salto al vacío y en un malestar constante, un cuento de nunca a acabar dirían por ahí. Es vivir cada una de nuestras relaciones con sufrimiento, pesar y reclamo de no poder ser suficiente para alcanzar el título de la mejor amiga, el mejor hombre de su vida, la mejor esposa, la única novia seria que ha tenido, el emprendedor más exitoso... así podemos continuar una larga lista encabezada por: el mejor. Pero, ¿para qué? 


Me atrevo a decir que esa necesidad, la mayor parte del tiempo, tiene que ver más con uno mismo y con los conflictos del pasado que se han quedado atorados y en espera de ser resueltos y que van encontrando salidas a través de las relaciones íntimas y de confianza.


Yo me animaría a preguntarle ¿en dónde no te sentiste elegida/o en el pasado? ¿en cuál situación/momento fue la primera vez que recuerdas haber sentido esa sensación de pérdida y de pasar a un segundo plano?

Probablemente sea necesario dedicar un poco más de tiempo a pensar, repasar, reflexionar para poder dar respuesta, pero ahí podríamos encontrar las primeras pistas sobre la necesidad insatisfecha de ser la/el elegida/o. 



Somos una elección constante, si lo pensamos de esa forma, nos construimos a partir de la mirada del otro, del re-conocimiento a través de la palabra y de las elecciones del otro, siendo necesario que el otro pueda elegir y mirar como consecuencia de haber sido visto y elegido por alguien más, y así, en esa secuencia podemos re-pensarnos y comenzar a liberarnos de las miradas pasadas para poder elegir vernos con nuestros ojos únicos y singulares, es dar paso a nuestra propia elección.


Elegirnos es el acto más valiente y bondadoso que podemos regalarnos en cada una de nuestras relaciones, la honestidad nos la debemos a nosotros mismos y no hay más, la mirada tiene que regresar un poco hacía nuestra persona para entonces poder ver al otro con mayor compasión e intimidad. 


Te invito a reflexionar sobre tu posición y postura en las dinámicas que construyes, ¿cuál es tu papel? Es un riesgo construir dinámicas en donde nuestra labor sea convencer y seducir siempre al otro con la promesa de permanecer en su vida, como si eso dependiera completamente de ti. 


Deseo que esta reflexión te apoye en el trabajo de construir una mirada mucho más compasiva hacia ti mismo/a. 





Con cariño, 

Grecia. 

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