Ser el cuidador o cuidadora de la familia no es tarea fácil y no cualquiera se atreve a asumir ese rol, y muchos son los ejemplos que existen en torno a este tema. Te aseguro que conoces y ubicas muy bien esas personas a las que se les designa el laborioso cargo del cuidado de los padres cuando llegan a la vejez, esa persona que interrumpe su vida para darle rienda suelta a su “único” papel en esta vida, la de cuidar de alguien más.
En la mayoría de los casos, las mujeres son elegidas por la comunidad familiar para hacerse cargo de estos roles complejos de cuidadoras, me parece que la razón de entrada es que las mujeres por naturaleza tenemos ese instinto protector y maternal que es capaz de mantener con vida a otro ser humano, aunque esto implique poner en riesgo su propia vida vida emocional, social, física y psicológica.
El trabajo de ser cuidador se convierte en un tema más del ser que del hacer, es decir, esas personas asumen ese rol en cuerpo y alma, no la pueden hacer de cuidador en donde se pueden escapar de sus labores o poner una pausa a manera de descanso como en cualquier otro trabajo; ser cuidador implica dar de su propio yo, dar paciencia, empatía, comprensión, compasión, alegría, compañía, deprimirse junto con el enfermo, establecer límites, manejar el enojo y la frustración y así un largo etcétera emocional. Es convertirse en algo que implica muchísimas renuncias personales y no hay dinero que alcance a pagarlas, es atravesar duelos que no tienen oportunidad alguna de ser resueltos si es que no se tiene el apoyo necesario así como un espacio seguro en donde éstos puedan desplegarse.
La cuidadora tiene la queja y el habla secuestrada por las personas que le exigen poner siempre buena cara y actitud ante su propio malestar y el malestar y enfermedad del cual se tiene que hacer cargo, se le niega la oportunidad de conocer y reconocer sus propias sensaciones y pensamientos en torno a todo es nueva encomienda que le ha impuesto. No es casualidad que los perfiles que suelen caer en este papel sean aquellos a los que se les consideren que “tienen de más”: tienen más tiempo, tienen más dinero, tienen más paciencia, tienen más oportunidad de modificar de su vida (“no tiene nada que perder”, es decir, tiene toda la libertad). Al final es una trampa.
Mi intención al hablar y explicar de esta manera el papel del cuidador es poder exponer todo lo que sucede en un cargo de esta índole, es mostrar un poco de todas las transformaciones y renuncias que una persona en ese lugar se ve obligada a hacer sin posibilidad de elegir o no hacerlos, porque recordemos que una persona va asumiendo ese lugar de forma silenciosa en la mayoría de los casos, otras personas con más fortuna tienen la posibilidad de elegir serlo bajo ciertas condiciones que deben y son respetadas por la comunidad familiar. La obligación y responsabilidad que tenemos todos aquellos que rodeamos a los y las cuidadoras es brindarles un espacio seguro en donde se les posibilite hablar, quejarse, llorar, desesperarse y sacar la frustración que sienten ante la impotencia de vivir su vida de forma libre como lo podemos hacer lo demás ya que en su tiempo y en su cabeza navegan otras obligaciones y responsabilidades de las que no pueden escapar.
Seamos ese lugar seguro en la que puedan encontrar una escucha, seamos una faro que les puedan brindar una pequeña luz de soluciones ante su malestar, seamos ese confort momentáneo en el que puedan encontrar un pequeño descanso emocional y físico de esa realidad que les atrapa.
Deseo que estás palabras puedan brindarte otra visión sobre esas personas que están asumiendo ese lugar de ser cuidador/a, y que así podemos fomentar la empatía y compasión ante las expresiones de enojo, frustración, tristeza y rabia que sale en forma de comportamientos explosivos, groseros y de poca tolerancia ante la vida; es necesario entender que están atravesando por un agotamiento mental, físico y emocional del cual no son capaces de hablar y por lo tanto, no tienen la posibilidad de hacer algo por ellos mismos, es una renuncia que se ven obligados a hacer, renunciar a su propio malestar. Deseo que estas reflexiones fomenten la empatía y compasión.
Con cariño,
Grecia.
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