Ambivalencia
- psicologagreciamor
- 26 oct 2021
- 3 Min. de lectura
La ambivalencia y el ser “malos” con quienes más queremos son temas que me gustan porque siempre tienen algo que enseñarnos, como la vulnerabilidad, la complejidad y misterio del ser humano en cuanto a la mente, sus emociones, lo consciente e inconsciente, es decir, la ambivalencia es toparnos con todo aquello que no vemos pero que sabemos que está en nosotros. Es de pronto nombrar lo innombrable a pesar de lo contradictorio e ilógico que en ocasiones suene algo de nuestro interior pero que es real y merece un espacio.

¿Nos pasa a todos? ¡Por supuesto! Mamá, papá, mejor amigx, esposa, esposo, a todos nos pasa y la mejor forma de identificarlo en el día a día es con este tipo de frases: “lo odio pero lo amo” “amor apache” “me harta pero me cae bien” ¿se te vienen otras más a la cabeza? Son sensaciones contradictorias que se sienten en una relación y que no son exclusivas de un tipo de relación ya que las emociones no distinguen, se sienten en relaciones de amistad,, pareja, padres/madres - hijos y laborales, por mencionar las principales.
Sin embargo, por más comunes que sean estas contradicciones, no quedamos exentos de sentir culpa y malestar por pensarlas o sentirlas, ya que poco se habla de esto en las familias y sociedad y al contrario, se nos enseñan prácticas para “eliminarlas” o cómo “deberíamos” responder ante el odio, hartazgo y malestar que podemos llegar a sentir hacia el otro, en lugar de poder reconocerlas, aceptarlas y movilizarnos a un trabajo más integrador de estas emociones.

Ahora, seguro también te puedes dar cuenta que la culpa aflora cuando somos “malos” bajo el confort de “estamos en confianza” y es ahí donde nos dejamos ir sin frenos ni precaución, cuando estamos en la convivencia con alguien a quien amamos y nos sentimos cercanos, tenemos la certeza que el otro estará para nosotros y que ese otro también puede tener un mal día, que comprende y contiene, y en cambio, con personas que no solemos relacionarnos de manera cercana podemos “controlarnos” más o tener más consideraciones para no lastimar, porque es terreno desconocido. ¿Pero qué pasa una vez sale a flote la ambivalencia?
Sucede que cuanto más intenso es el vínculo con el otro (mamá, hijxs, pareja, amigos) más conflictivo se vuelve, al ser cercano, es un vínculo vivo que demanda atención, tiempo, paciencia y esfuerzo, porque lo tanto también se convierte en algo que demanda mucho de nosotros queramos o no, esto no es malo ni bueno pero es agotador. Como todo lo vivo, el mismo vínculo nos empuja a mantenerlo con vida, lo cual requiere energía y cuando no estamos en nuestro mejor abastecimiento podemos simple y complejamente desear no estar y no dar todo aquello que se demanda.

El conflicto, el amor-odio y el esfuerzo por alimentar esa relación, habla de la vida que existe en el vínculo, del complejo ciclo de emociones que se juegan en la trama, en cambio la indiferencia es sinónimo de muerte en lo que existe en ésta.
Reconocer este cúmulo de sensaciones y sabernos humanos a partir de la ambivalencia permite poder calmar las angustias y ansiedades que se despiertan, permiten una nueva vía de relacionarnos con nosotrxs mismxs y construir formas más integradas de trato con el afuera. Deseo que esta perspectiva de navegar en las sensaciones “negativas” te permita construir cada vez más una libertad emocional a partir del reconocimiento e integración de las mismas, sin rechazo.
Con cariño,
Grecia.
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